febrero 22, 2010

“¿Me prestas tu cargador?” [2]

El caso de las cinco vírgenes
Milton Acosta, PhD
... Continuación
La preparación de las vírgenes para la llegada del novio no implicaba tener a la mano camiones cisterna llenos de aceite; bastaba un frasco. Las vírgenes prudentes no hicieron más; las insensatas hicieron menos. No tenían que estar despiertas toda la noche; todas se durmieron. Se trataba de tener lo necesario para la ocasión: mantener las lámparas encendidas al momento de llegar el novio. Es decir, uno no se prepara cuando llega la oportunidad sino que está preparado para cuando la oportunidad llegue. Esta preparación es intransferible; no se puede confiar en lo que haga otro. Así, la demora del novio es lo único que saca a la luz cuáles vírgenes estaban preparadas y cuáles no.
A pesar de las apariencias, algunos no se han preparado para la venida del reino; lo esperan, pero no lo esperan. El aceite no se refiere a las buenas obras, ni al Espíritu Santo, ni a la gracia, ni a la unción. La parábola tiene que ver con el inicio del reino consumado.[1] Ser sabio consiste en prepararse para una posible demora y para la hora inesperada: como un rayo, como una inundación, como un ladrón (Mt 24:27, 38, 43; cp Mr 13). Por eso dice “estén alertas porque nadie sabe el día ni la hora.”
Los capítulos 24 y 25 de Mateo tienen que ver con la espera, la persecución, la incertidumbre y los falsos profetas que la iglesia enfrenta mientras llega el Señor. La preparación es tanto teológica como ética. La enseñanza es privada, para los discípulos.[2] Lea Mateo, por favor.
Las alusiones a Dios como esposo/novio en la Biblia vienen desde el Antiguo Testamento (Is 54:6; 62:5; Ez 16:7–34; Os 2:19). También fueron usadas por Pablo (2 Cor 11:2; 1Tes 4:15–17; Ef 5:27) y por Juan (Ap 19:7; 21:2, 9). El banquete podría referirse al encuentro del Mesías con su pueblo. La demora del novio generalmente se ha interpretado como la parusía, que en este caso se retrasa, pero llega; la puerta cerrada es el juicio final; y las mujeres sabias con las insensatas representan a los que están preparados para el juicio final y los que no lo están.[3]
Los matrimonios son eventos incluyentes y alegres (Jn 3:29). Por eso una marca de la tristeza de un pueblo es la ausencia de matrimonios (Jer 16:9; Ap 19:13). Esta parábola resulta extraña porque se trata de una boda donde hay tristeza y exclusión. Sin embargo, retóricamente hablando, todos estos elementos contrarios a la expectativa de un evento así son precisamente los que la hacen inolvidable: el novio que se demora, las “madrinas” que no están preparadas para su papel, la exclusión de algunas madrinas, la puerta cerrada, el novio que en vez de decirle a cada madrina “te veo” les dice “no las conozco.”
Dada la escandalosa condición de exclusión que reina en América Latina, resulta incómoda una parábola donde algunas personas son excluidas.[4] La realidad en este caso es que quien no se prepara para algo, habiendo tenido la oportunidad de hacerlo, se autoexcluye. El mensaje de la Biblia es que Dios quiere salvar la humanidad, pero algunos rechazan el mensaje y otros aparentan haberlo aceptado.[5] Vale la pena entonces resaltar también que ¡el novio llegó! Parecía que se estaba demorando, pero llegó. En otras palabras, Dios no queda mal; Dios no deja plantado a nadie.
La vigilancia es característica de la verdadera espiritualidad. El mensaje de esta parábola tiene un lado de esperanza y otro de juicio, como muchos textos de la Escritura. A la hora del juicio, nadie puede hacer nada por otro. El Señor podría tardar, pero viene; a la fiesta del Señor entran quienes estén preparados, no todos los que estén. Pero a nadie le toca juzgar quién está preparado y quién no. Eso se sabe cuando llega el novio. La fe cristiana no es arrebato emocional que nos impulsa a salir a las carreras detrás de algo; es una invitación a una fiesta para la cual nos preparamos cuidadosamente. Por eso, cuando vaya a una fiesta nunca olvide el cargador; le podría salvar la vida.©2010Milton Acosta


[1]D. A. Carson, Mateo, ed. Frank E. Gaebelein, Comenario Bíblico del Expositor (Miami: Vida, 2004).
[2]Jeanette B. Strandjord, "Waiting for the future," The Clergy Journal, no. Mayo-junio (2008).
[3]Luis Alonso Schökel, Nuevo Testamento, vol. 3, Biblia del Peregrino (Bilbao, España: Ediciones Mensajero, 1997), 177.
[4]Mateo contiene varias historias con un elemento de exclusión. Véase Karl Paul Donfried, "The allegory of the ten virgins (Matt 25:1-13) as a summary of Mattean theology," Journal of Biblical Literature 74 (1993).
[5]Cp. Robert D. Young, "Matthew 25:1-13," Interpretation 54, no. 4 (2000).


febrero 08, 2010

“¿Me prestas tu cargador?” [1]


El caso de las diez vírgenes

Milton Acosta, PhD

“¡Ay no!, ¡se me quedó el cargador! ¿Me prestas el tuyo? ... ¡Ay! ¡Pero no me sirve, es de otra marca! ¡Qué voy a hacer!” ¿Le suena familiar? Así pasa con los celulares una vez descargada la batería; no tener el cargador equivale a no tener teléfono. ¡Ni qué decir de no tener minutos! Mientras los fabricantes de celulares se ponen de acuerdo en producir un cargador universal, seguiremos teniendo experiencias como la de las diez vírgenes[1] que esperan al novio durante la noche. Cinco dijeron: “No traje el cargador, ¿Me prestas el tuyo?” Se les había acabado el cargador de aceite de oliva para sus lámparas.

Con los celulares, si nos quedan pocos minutos y el tiempo para cargar la batería es escaso, la generosidad y el desprendimiento no serían sensibilidad, sino estupidez pura. Así pensaron cinco de las diez vírgenes que esperan la llegada del demorado novio (Mt 25:1–13; cp 1 Mac 9:37–39). Cosa rara; para nosotros el glamour está en que se demore la novia. En todo caso, este novio se demora tanto que las vírgenes que lo esperan se duermen.

Al demorar demasiado el novio, el aceite se agota, las lámparas se apagan y quien no tenga cargador queda descalificada. Esto supone dos cosas: que hay que esperar con las lámparas encendidas, y que se debe llevar recarga por si el novio se demora.[2] Así se evita que mientras una va a comprar aceite, llega el novio, entra al banquete con las que estén listas, y cierran la puerta. Se necesitan lámparas encendidas para cuando llegue el novio hacerle un gran recibimiento.

¿Por qué diez vírgenes? Probablemente en las costumbres de los judíos palestinos del siglo primero, la novia es la que espera adentro en el lugar de la ceremonia y el novio es quien llega de último (véase, sin embargo, Sal 45:14–15, Gn 2:22; Ap 21:2). Las vírgenes son como las “madrinas” que envía la novia para recibir al novio, anunciar que ha llegado y escoltarlo hasta la novia (Sal 45:13–15). Eso aclara un poco la escena de las vírgenes con cargador y sin cargador. Por cierto, estas últimas podrían ser muy bonitas, pero si sus acciones las descalifican para asistir a la boda de otro, mucho más para la propia. Desafortunadamente para las insensatas, no había suficiente mercado como para atraer vendedores ambulantes de aceite (y menos a la media noche), o el establecimiento de una cadena nacional de dispensadores automáticos en lugares públicos. Y bueno, son diez para que puedan ser cinco y cinco.

En términos de estructura narrativa, esta parábola, como otras, tiene un “triángulo dramático”: “el primer polo establece la crisis; los otros dos son la ilustración emblemática de dos reacciones opuestas, una catastrófica y otra benéfica.”[3]

El tema en esta parte de Mateo es estar listo para cuando venga el Señor. Estar listo significa hacer algunas cosas antes de que ocurra lo que sabemos que va a ocurrir. Así es el reino de los cielos, como la parábola de las diez vírgenes. A todos se les ha dicho que viene el Señor. Todos creen que va a llegar y salen a esperar su llegada, pero unos se preparan y otros no. Así ocurre con los constructores; todos saben que habrá lluvia y vientos; pero uno construye sobre roca (el prudente) y el otro sobre arena (el insensato). El tema es prepararse para lo inevitable sean tormentas o demoras (Mt 7:24–28). Continuará...

©2009Milton Acosta

[1]El término griego parthenos usado aquí también se puede traducir como “jovencitas”. Pero esta parábola no depende de la virginidad, sino del cargador.

[2]Esta parte de la parábola es compleja. Se ha propuesto también que se trataba de antorchas o teas (puesto que una lámparita de barro poco alumbra), o que las lámparas no estaban encendidas toda la noche. Esta alternativa supone que tendrían un mecanismo de encendido rápido, pero no existen los cerillos todavía; tampoco explica la relación entre demora del novio y agotamiento del aceite si las lámparas están apagadas; tampoco es gasolina de avión el combustible; el aceite de oliva no se evapora en una noche. Es posible que el asunto haya sido diferente. No sé. Véase John Nolland, The Gospel of Matthew: A Commentary on the Greek Text (Grand Rapids: Eerdmans, 2005).

[3]Daniel Marguerat, Parábola (Estella: Verbo Divino, 1992).