julio 27, 2017

Llegó la subienda




Pescadores de estanque

Milton Acosta, PhD

En Colombia se ha vuelto costumbre que en vísperas de elecciones algunos candidatos acudan a las iglesias cristianas más numerosas para recibir una unción especial de parte de los ministros de dichas iglesias. El asunto se ha vuelto ya un ritual. Estos candidatos normalmente no frecuentan estos cultos porque profesan otras creencias y acuden a sus propios sitios de culto. Sin embargo, el rito se hace porque los votos de esos cristianos han llegado a ser tan importantes que al obtenerlos casi se aseguran la victoria. El fenómeno electoral se da porque, a pesar de que los cristianos en Colombia sean una minoría, su voto “disciplinado” (como lo llaman los medios) llega a ser determinante en un país donde la mayoría no vota.

Aparte de que la opinión de estos cristianos queda completamente amordazada con respecto al candidato electo, lo cual es muy grave, vale la pena considerar lo que les dice la Biblia a estos que pescan votos en las mansas aguas de las iglesias productoras de electores tipo estanque. No se necesita mucha habilidad para esta pesca. Es tan fácil que hasta aburrido les resultará.

El salmo 50 es conocido principalmente porque allí Dios le dice a su pueblo que él no come de los sacrificios que le ofrecen en el culto y que si llegara a tener hambre no se los diría, pues es creador y dueño de todos los animales. Así, lo que Dios pide no es eso, sino obediencia. Pero la parte que nos interesa del salmo 50 es la que sigue, donde Dios les habla a los que se atreven a pronunciar la palabra de Dios, cuando con sus acciones demuestran que en realidad la detestan.

Esta es la palabra para los pescadores de estanques cristianos:
¿Quién te crees tú que eres como para recitar mis mandamientos y tomar mi pacto en tus labios, si tú detestas la corrección y desechas mis palabras? Si ves a un ladrón, corres con él; los adúlteros son tus socios; eres de boca suelta para la maldad y tu lengua se dedica al engaño. Te sientas, hablas contra tu prójimo; contra tu hermano levantas calumnias.
Esto has hecho y he guardado silencio; estás convencido de que yo soy como tú. Pero te reprenderé y te acusaré en tu cara (Salmo 50:16-21; mi traducción).

Las palabras del salmo 50 les caen como anillo al dedo a los políticos pescadores de criadero y a sus ayudantes, los piscicultores eclesiásticos. Piensan que pueden tomar la palabra de Dios y usarla como atarraya para pescar, de un solo lance, grandes cantidades de creyentes incautos que no se dan cuenta de la falta de coherencia entre las palabras de estos individuos el día que son ungidos y la trayectoria de su conducta. El pescador de criadero sabe que en los estanques más grandes es donde puede asegurar una gran redada con poco esfuerzo.

La palabra de Dios es sagrada y la iglesia de Dios no es estanque de pesca como para que estos aprovechados las usen a su antojo. La situación se da porque los pescadores de estanque han identificado dos marcas en estas iglesias: una concepción teocrática del gobierno y una debilidad en la comprensión de la democracia. Es decir, los pastores de estas iglesias se ven a sí mismos como los ministros del Antiguo Testamento que ungían a los reyes. Y esto naturalmente les ayuda a elevar su prestigio.

Dados los yerros teológicos que llevan a estas prácticas, los peligros del voto inducido y la anulación de la voz profética de la iglesia, los creyentes de cada iglesia cristiana deberían tener absoluta libertad para votar por el candidato de su preferencia. Se dirá que a nadie se le obliga, pero existen formas sutiles de dirigir a los peces hacia la red, sin necesidad de armas ni explosivos, sobre todo si el estanque es el único mundo que estos peces han conocido. Lo más irónico de esta situación es que los cristianos hayan pasado de pescadores a pescados.

abril 25, 2017

¿A usted por qué le gustaría que lo persiguieran?

¿A usted por qué le gustaría que lo persiguieran?

Milton Acosta, PhD

Cuando Elías se enfrentó a los profetas de Baal, el mecanismo para determinar cuál era el Dios verdadero, si Baal o YHWH, fue hacer caer fuego del cielo para consumir un sacrificio. Habiendo ganado el concurso, Elías decide pasar a espada a los profetas de Baal, ¡450! (1R 18:1-40). El número sugiere un alto presupuesto estatal para asuntos religiosos, y de paso, políticos.

El pluralismo y la tolerancia que la humanidad intenta practicar en la actualidad rechazan semejantes métodos para zanjar diferencias de creencias. Aunque haya individuos que a nombre de la tolerancia y el pluralismo se dediquen, casi como profesión, a oponerse de manera sistemática y sostenida a los cristianos y sus prácticas, hoy suena mal referirse a ellos como enemigos.

Volviendo a los profetas de Baal, ellos mismos (con el pueblo) aceptaron el duelo que Elías propuso. Se entendía que el perdedor sería eliminado. Si Baal no existe, tampoco sus profetas, y viceversa. No iban a renunciar o a cambiar de bando. Con su triunfo, Elías se ratifica entonces como el hombre más buscado en Israel, especialmente por la misionera de Baal, Jezabel, esposa del rey Acab.

Otro personaje que participó en un concurso parecido al de Elías fue Daniel (Dn cap. 2). Cuando el rey Nabucodonosor concluyó que sus “profetas” (magos, adivinos, encantadores y astrólogos) no eran sino una caterva de falsos y mentirosos, decide matarlos a todos. La lista de candidatos a este paredón seguramente era larga. Pero, en contraste con Elías, Daniel los salva de la muerte.

Las dos historias tienen algunas coincidencias. El principal tema común es el triunfo del Dios de Israel sobre los dioses de otros pueblos para mostrarlo como el Dios verdadero, le siguen la participación de un individuo que media la demostración y la intención de matar a los perdedores. Y bueno, Daniel después terminó perseguido también.

Las diferencias son enormes: Elías mata a los profetas, Daniel los salva; para el rey de Israel los profetas de Baal son buen negocio mientras que Nabucodonosor está perdiendo su plata; el rey de Israel quiere salvar a los profetas de Baal, un dios extranjero, pero el rey de Babilonia quiere matar a los “profetas” de sus propios dioses; el desafío de la primera historia lo propone Elías, a Daniel le tocó porque lo iban a matar junto con el resto de su gremio; Daniel pertenece a un gremio donde el rey no distingue dioses ni teologías mientras que en el relato de Elías las distinciones en ese plano son radicales; en el caso de Elías los engañados son israelitas y en el de Daniel, el rey de Babilonia.
Es claro que los profetas que Elías ejecuta no son más falsos que los de Babilonia. Por eso nos surgen dos preguntas, ¿por qué actuaron de manera tan diferente estos dos personajes? ¿son ambos individuos ejemplares?

¡Ojalá supiera yo las respuestas! Sin embargo, podríamos decir, sin descalificarlo, que el camino que tomó Elías no siempre es el mejor ni el único posible. Así las cosas, la labor del creyente es aprender de la historia antigua y actual para intentar discernir los tiempos (1Cor 10:11). El Baalismo no se acabó por las acciones de Elías; para nada. Tampoco lo acabó Jehú militarmente (2R caps 9-10), ni las reformas religiosas de algunos reyes de Judá (Ezequías, Josías). Lo acabó el exilio. Y tampoco fue que se curaron de todo (Neh cap 5).

Toca entonces reflexionar más sobre los mecanismos con los que pretendemos corregir males sociales o cambiar la cultura, cosas que algunos intentan y otros creen que pueden lograr. Nuestra actitud hacia “la oposición” debe construirse a la luz de todas estas historias, observando el momento histórico de cada una, y por sobre todo, a la luz de Cristo y su evangelio. Esto importa porque a la hora de escoger y seguir modelos para relacionarse o no con quienes piensan distinto, para algunos solo Elías ha quedado.[1] El concurso actual es determinar cuál es el creyente verdadero. Por eso hay que preguntar, ¿a usted por qué le gustaría que lo persiguieran, por el celo de Elías o por la ética de Jesús?



[1]Quedará para otro día considerar al Elías del Nuevo Testamento, Juan el Bautista.